Pamela Artigan, directora de la Fundación Schwab, ha desarrollado una lista de diez puntos en común entre las personas que, insatisfechas con el mundo que les rodea, deciden crear su propio trabajo. Pienso que la lista va más allá del emprendimiento social y puede ser aplicada a nuestra vida diaria.
IMPACIENCIA: quien persigue un sueño no se sienta a esperar que las cosas sucedan por sí solas: ve en los problemas de ayer las oportunidades de hoy. Por su impaciencia, a menudo se ve obligado a cambiar de rumbo, pero esa adaptación es la que hace madurar.
CONSCIENCIA: quien persigue un sueño sabe que no está solo en el mundo y que cada gesto suyo tiene una consecuencia. El trabajo que está haciendo puede transformar su entorno. Siendo consciente de este poder, pasa a ser un elemento activo en la sociedad, y eso lo reconcilia con la vida.
INNOVACIÓN: cree que todo puede ser diferente de cómo es, pero que para ello hay que buscar un camino que nadie haya recorrido. Aunque esté siempre asediado por la burocracia, los comentarios ajenos y las dificultades para entrar en una selva inexplorada, descubre formas alternativas de hacerse oír.
PRAGMATISMO: no espera que le lleguen los recursos ideales para comenzar a trabajar; se arremanga y se pone manos a la obra. Cada progreso, por pequeño que sea, hace aumentar su confianza y la de los que le rodean, y los recursos acaban apareciendo.
APRENDIZAJE: quien persigue un sueño suele ser alguien con un gran interés en un área determinada y cuya capacidad de observación, lo lleva a encontrar nuevas soluciones para viejos problemas. Pero este aprendizaje solo se logra con la práctica y la renovación constante.
SEDUCCIÓN: nadie puede sobrevivir aislado en un mundo competitivo. Consciente de ello, quien persigue un sueño consigue que los demás se interesen por sus ideas. Y se interesan porque saben que están ante un proyecto original, comprometido con la sociedad y que, además, puede ser lucrativo económicamente.
FLEXIBILIDAD: quien persigue un sueño tiene una idea en la cabeza, y un plan para llevar a cabo. Sin embargo, a medida que avanza, se da cuenta de que tiene que adaptarse a las realidades que le rodean y a partir de ahí, su responsabilidad social se convierte en un factor crucial para la transformación del medio ambiente. Un ejemplo: para reducir la mortalidad infantil, no basta con cuidar la salud de los niños; hay que modificar la alimentación, etc.
PERSEVERANCIA: puede ser flexible en su camino, pero sin perder la concentración en su objetivo. Por sus ideas innovadoras, y por estar siempre moviéndose por caminos desconocidos, nunca dirá: “Lo intenté, pero no dio resultado” Al contrario, siempre buscará todas las vías posibles, y los resultados acabarán apareciendo.
ALEGRÍA: pasa momentos difíciles, pero está contento de hacer lo que hace. Sus eventuales confusiones y errores no tienen nada que ver con su talento: es capaz de sonreír cuando da un paso en falso, pues sabe que podrá corregir su movimiento más tarde.
CONTAGIO: tiene la capacidad única de hacer que los que le rodean perciban que vale la pena seguir su ejemplo. Por eso, aunque a veces se sienta incomprendido, jamás se sentirá solo.
Pamela Hartigan concluye su estudio citando el ejemplo de un brasileño, Fabio Rosa, quien, al ver que su comunidad gastaba grandes cantidades de dinero en la compra de energía renovable, desarrolló un sistema de energía solar. El trabajo de Fabio, que refleja los diez puntos de su estudio y hoy es conocido en el mundo entero, se ha “contagiado” a las grandes empresas, y en poco tiempo millones de personas podrán beneficiarse de él y contribuir a la conservación del medio ambiente.
Paulo Coelho