Los hijos del rey

 

Hubo una vez un rey infinitamente rico y poderoso, que tenía muchos hijos a quienes amaba entrañablemente. Su deseo era que cada uno de ellos reprodujera en su vida el esplendor, la felicidad y la abundancia de su reino. Para asegurarse de que así fuera, como herencia les concedió parte de sí mismo, representada en dos regalos de valor inestimable: el poder de crear todo aquello que desearan, y la felicidad de ser libres para realizar sus sueños.

Pero las cosas no salieron como el rey lo había dispuesto. Hubo algunos de sus hijos que, para sentirse superiores, buscaron invalidar las facultades otorgadas a sus hermanos.

Y lograron hacerlo en forma muy sagaz, simplemente alterando y retorciendo la verdad, a nivel de las creencias. Se proclamaron a sí mismos reyes absolutos por derecho divino, pontífices infalibles del dogma y la fe, potentados depositarios de las riquezas del reino,  políticos máximos salvadores del pueblo, y militantes de violencia con poder para matar. Además les hicieron creer a los de su misma sangre que por voluntad del rey habían sido escogidos para gobernar a su antojo y conveniencia.

Aquellos que ignoraban cuál era su herencia real y desconocían su poder, no vieron otra alternativa que someterse al mandato de sus opresores. Así muchos quedaron relegados a llevar una forma de existencia que no reconocía derechos, pero que era proficiente en imponer obediencia, tributos y deberes.
Con gran tristeza vio el rey que su plan había sido distorsionado porque, mientras un grupo pequeño de sus hijos entonaba cánticos de vencedores, otros en forma anónima se ahogaban en la miseria, la ignorancia y el olvido de sí.

En esos territorios todo lo que quedaba de la creación original del rey era una sociedad agotada, caduca y gangrenada. Para permitir que allí la vida pudiera continuar, habría que extirpar las células podridas, y dar más energía a aquellas que se conservaban sanas. Entonces, de común acuerdo con todos sus ministros, propuso el rey una operación de salvamento.  

La estrategia de rescate estaría concentrada en dos frentes principales: el primero apuntaría a derribar  todas las formas de opresión y manipulación vigentes. El segundo consistiría en revelar la verdad a quienes habían sido engañados, para que, quienes la aceptaran, pudieran recobrar su legado de soberanía.

Como en un tablero de ajedrez, cada movida fue cuidadosamente diseñada por el rey y sus fieles colaboradores. Sabían que, antes de declarar un jaque mate, habría muchas fichas importantes de figuras y peones que tendrían que salir del juego. Pero cuando el derrumbe de la tiranía económica, política y religiosa estuviera consumado, muchos de sus hijos estarían todavía presentes para emitir un grito poderoso de victoria, y la heredad se salvaría.

La segunda estrategia se concentraría en despertar a los hijos del rey, que habían estado viviendo prisioneros de su propia ignorancia. Ellos habían perdido contacto con su padre, y no sabían, que en la maraña oculta de su genética, se ocultaban dos regalos preciosos: el poder de crear todo aquello que desearan, y la felicidad de ser libres para realizar sus sueños.

¡Entonces ocurrió un milagro! Terribles desastres sucedían en el mundo exterior cada vez con más frecuencia, esto dio el impulso a muchos para buscar un refugio en el interior de su propio ser. Allí entraron en contacto con la chispa de amor, presente en lo más íntimo de sus corazones, y descubrieron la verdad de su origen. Sin tardanza tomaron en sus manos las riendas del reino y comenzaron a asumir las prerrogativas más nobles de su estirpe. 

Naturalmente se avivó en ellos el recuerdo del padre amoroso y de sus dos regalos. Así fue como, sobre las ruinas del pasado, crearon un reino de esplendor, felicidad y abundancia, que perduró para siempre en la eternidad del tiempo y del espacio…

 

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