El cuervo y el zorro

En la rama de un árbol, bien ufano y contento, con un queso en el pico, estaba el señor Cuervo.

Del olor atraído, un Zorro muy maestro le dijo estas palabras un poco más o menos:

"¡Tenga usted buenos días, señor Cuervo, mi dueño! ¡Vaya que estáis donoso, mono, lindo en extremo! Yo no gasto lisonjas, y digo lo que siento; que si a tu bella traza corresponde el gorjeo, juro a la diosa Ceres, siendo testigo el cielo, que tú serás el Fénix de sus vastos imperios".

Al oír un discurso tan dulce y halagüeño, de vanidad llevado, quiso cantar el Cuervo. Abrió su negro pico, y dejó caer el queso. El muy astuto Zorro, después de haberle preso, le dijo:

"Señor bobo, pues sin otro alimento, quedáis con alabanzas
tan hinchado y repleto, digerid las lisonjas mientras yo digiero el queso"
Quien oye aduladores, nunca espere otro premio.

 

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